Las palabras más bonitas, sin ser poeta. Los bersos de su boca a la mía. Yo no creía en los segundos amores. Siempre pensé que el primero es el que marca, el resto son una artimaña para olvidar. Hasta que empieza siendo una artimaña y te vuelves a enamorar. Porque aunque él nunca llegará a saberlo fue mi salvación.
Cuando estaba en el suelo él me dio la mano y me invitó a pasear. Paseos que cada vez se acercaban más a su destino; mi corazón. Y llegó con sus sonrisas sus tonterías de niño grande. Sus mordiscos y sobretodo su forma de ser. No puedo recordar sus ojos azules sin que se me caigan menos de dos lágrimas. Ni sus dos pendientes negros.
Y ahora, sin haberle perdido todavía ya le echo de menos. No soporto verle. Es un constante " me muero de ganas de comerle la boca, de hacernos poesía".
Su piel clara al sol a lo lejos, el sonido de su risa... Me encantaba su risa. Su forma de caminar, de moverse. De arrojarse a la piscina como quien se arroja a un abismo. Que me doy a la cerveza no al alcohol solo para recordar el color de su pelo.
Y le quiero, y es lo que debo hacer, pero no es el momento. Espérame. Volveré.
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