Esta es la historia de la primera y última vez que me enamoré. A veces pienso que todo lo que te quise de algo habrá valido. Y no me jode por los sueños, me jode por los inviernos que parecían primaveras. Ningún amor de verano podrá darte el calor que yo te daba en invierno. Y aunque te eche de menos a morir, hay amores eternos que duran lo que dura un invierno. Sigo hablando de sus ojos cuando me preguntan por mi color favorito. Desde el día que se fue la vida sigue como las cosas que no tienen mucho sentido.

viernes, 29 de junio de 2012

Vivir a lo loco pasa factura.

Llevo tres meses viviendo a lo loco. Haciendo cosas sin pensar, sin calcular las consecuencias que pueden tener mis acciones para mi o para otros. Sin remordimientos por hacer el mal a otras personas. Sin sentimientos cuando beso. Viviendo rápido para no darme cuenta de las cosas. Bebiendo para olvidar, intentando sacar un clavo con otro y pasando de todo. Y llega un día en el que frenas, miras hacia atrás y no eres capaz de asumir todo lo que hiciste, en qué te convertiste. Ves que esa no eres tú, no te reconoces. Te preguntas qué estás haciendo con tu vida, te planteas cambiar y después de mucho planteártelo te das cuenta de que no hay cambio posible. De que si llevas esa vida no es porque a ti te guste, es porque alguien te ha echo cambiar. Alguien te ha dado tal golpe que te ha dejado sin sentimientos. Y todo eso al fin y al cabo solo es un mecanismo de defensa. Después de esa pausa, toca seguir con mi vida loca.

Junto a ti olvidé los golpes de la vida.

Eramos dos críos, yo de apenas quince años, él rondaba los diecisiete. Estábamos de viaje de estudios en Canarias y no era la primera vez que probaba su boca. Llevaba el mismo nombre que mi ex, pero consiguió hacerme olvidar hasta ese dato. Mi primer amor de verano.
La primera noche nos escapamos a la piscina y nos sentamos juntos mientras las estrellas no dejaban de mirarnos. Yo le miraba los ojos, llevaba tiempo sin ver unos tan verdes. Cuando estaba apunto de besarme nos encontró un guardia y echamos a correr con el fin de que no nos encontrara. Acabamos en su terraza entre risas y por fin, me besó. Pasaban los días y cada noche nos veíamos en su terraza. Yo corría de mi habitación a la suya con el fin de que nadie me viese. Me daba la mano mientras me decía cosas bonitas. Me abrazaba para quitarme el frío. Nunca terminó de creerse que sentía algo por él. A veces bebíamos y él me confesaba cosas que no se atrevía a contarme. Algún que otro gato negro nos miraba celoso. Yo era feliz. Me robó una pulsera y unas cuantas sonrisas y a cambio, me regaló una pulsera de plata que llevaba su nombre. Caminábamos por la playa, y dormíamos por la mañana lo que no dormíamos por las noches. 
El último día fuimos a mi habitación, nos tiramos en la cama y todo acabó por los suelos. Me dormí en sus brazos, pero al rato tuvo que irse, nuestro avión se iba en unas horas. Me repitió una y mil veces que solo él echaría de menos todo aquello, pero que nos volveríamos a ver pronto. Desde que cerré la puerta supe que al volver todo acabaría.
 Mis amigas creían que solo era otro más, yo también lo creía hasta que empecé a echarle demasiado de menos. Nunca supo nadie lo que me hubiera gustado seguir con aquel amor de verano, pero no podía. Le hubiera echo daño como a mi me lo hicieron. Aquel idiota me había dejado sin corazón, yo ya no podía querer a nadie. Solo me quedaba mirarle de reojo cuando creía que él no me miraba, solo me quedaba el recuerdo de sus noches de terraza. 
Las huellas en la arena se borran, las palabras se las lleva el viento, las marcas en el cuello desaparecen pero siempre le querré.


Por unas horas, volví a sonreír.

Aunque llevaras su nombre y su color de ojos. Aunque me abrazaras como él, conseguía olvidarle durante un rato. Me dabas la mano y los pies me temblaban a tu lado. Te ofrecías a dejarme tu jersey para que no pasara frío y al día siguiente íbamos al desayuno con ojeras de felicidad por no dormir. Te preguntabas porque tú y no otro, la verdad que yo también me lo preguntaba. Decías que era la mejor, la más buena, estabas equivocado. Fueron siete noches puedo decirte que las mejores. Entre risas y alcohol hasta me dijiste te quiero. Puedo decirte que eres mi primer amor de verano. Me juraste que yo no echaría de menos todo aquello, y ahora mismo estoy llorando. Han pasado los días y cada vez me pierdo más. En la muñeca tengo tu esclava pero yo no soy lo que era, no soy una chica de la que te puedas enamorar. Me enseñaron a ser demasiado hija de puta como para merecer estar contigo. Nunca olvides lo que significas para mi, nos vemos en septiembre.


Siempre lo recordaré.

Viaje al fin.

Sonaban canciones en un autobús a las 10 de la mañana, canciones que hablaban de ti, quizá de nosotros. Mientras otoño se instalaba definitivamente en Madrid y la gente estrenaba botas de lluvia y paraguas, yo llevaba puestas mis usadas ganas de verte. Cada dos por tres sale seis, y cada veintiocho que llegaba tarde, nerviosa miraba el reloj esperando verte aparecer. Me bajé de allí como quien se baja de la noria después de siete vueltas, mareada y con ganas de meterme en la cama, pero sabía que aquello no cambiaría nada. No ibas a dar la vuelta, ni a mirarme, ni a ponerte más cerca; te ibas para siempre y la ciudad comenzó a llorar, mientras los demás, ajenos a todo, pisaban charcos estrenando botas de lluvia y paraguas.

viernes, 1 de junio de 2012

Otro maldito uno lejos de ti.

Puedo hacerme la fuerte y contar que te mandaría a la mierda, pero realmente me gustaría ver tu nombre en mi historial hablándome. A pesar de que sea con varias copas de más y varios besos de menos. Otro uno sin ti, preveo que me quedarán muchos o todos. Te sigo echando de menos por muy imbécil que puedas llegar a ser. Mientras yo te escribo estas líneas y te recuerdo , tú estás con ella, olvidando cada días uno que pasaste conmigo. Mi única esperanza es que me recuerdes, aunque solo sea hoy, aunque sea mientras la besas. Recuérdame.