Esta es la historia de la primera y última vez que me enamoré. A veces pienso que todo lo que te quise de algo habrá valido. Y no me jode por los sueños, me jode por los inviernos que parecían primaveras. Ningún amor de verano podrá darte el calor que yo te daba en invierno. Y aunque te eche de menos a morir, hay amores eternos que duran lo que dura un invierno. Sigo hablando de sus ojos cuando me preguntan por mi color favorito. Desde el día que se fue la vida sigue como las cosas que no tienen mucho sentido.

viernes, 29 de junio de 2012

Junto a ti olvidé los golpes de la vida.

Eramos dos críos, yo de apenas quince años, él rondaba los diecisiete. Estábamos de viaje de estudios en Canarias y no era la primera vez que probaba su boca. Llevaba el mismo nombre que mi ex, pero consiguió hacerme olvidar hasta ese dato. Mi primer amor de verano.
La primera noche nos escapamos a la piscina y nos sentamos juntos mientras las estrellas no dejaban de mirarnos. Yo le miraba los ojos, llevaba tiempo sin ver unos tan verdes. Cuando estaba apunto de besarme nos encontró un guardia y echamos a correr con el fin de que no nos encontrara. Acabamos en su terraza entre risas y por fin, me besó. Pasaban los días y cada noche nos veíamos en su terraza. Yo corría de mi habitación a la suya con el fin de que nadie me viese. Me daba la mano mientras me decía cosas bonitas. Me abrazaba para quitarme el frío. Nunca terminó de creerse que sentía algo por él. A veces bebíamos y él me confesaba cosas que no se atrevía a contarme. Algún que otro gato negro nos miraba celoso. Yo era feliz. Me robó una pulsera y unas cuantas sonrisas y a cambio, me regaló una pulsera de plata que llevaba su nombre. Caminábamos por la playa, y dormíamos por la mañana lo que no dormíamos por las noches. 
El último día fuimos a mi habitación, nos tiramos en la cama y todo acabó por los suelos. Me dormí en sus brazos, pero al rato tuvo que irse, nuestro avión se iba en unas horas. Me repitió una y mil veces que solo él echaría de menos todo aquello, pero que nos volveríamos a ver pronto. Desde que cerré la puerta supe que al volver todo acabaría.
 Mis amigas creían que solo era otro más, yo también lo creía hasta que empecé a echarle demasiado de menos. Nunca supo nadie lo que me hubiera gustado seguir con aquel amor de verano, pero no podía. Le hubiera echo daño como a mi me lo hicieron. Aquel idiota me había dejado sin corazón, yo ya no podía querer a nadie. Solo me quedaba mirarle de reojo cuando creía que él no me miraba, solo me quedaba el recuerdo de sus noches de terraza. 
Las huellas en la arena se borran, las palabras se las lleva el viento, las marcas en el cuello desaparecen pero siempre le querré.


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