Esta es la historia de la primera y última vez que me enamoré. A veces pienso que todo lo que te quise de algo habrá valido. Y no me jode por los sueños, me jode por los inviernos que parecían primaveras. Ningún amor de verano podrá darte el calor que yo te daba en invierno. Y aunque te eche de menos a morir, hay amores eternos que duran lo que dura un invierno. Sigo hablando de sus ojos cuando me preguntan por mi color favorito. Desde el día que se fue la vida sigue como las cosas que no tienen mucho sentido.

viernes, 29 de junio de 2012

Viaje al fin.

Sonaban canciones en un autobús a las 10 de la mañana, canciones que hablaban de ti, quizá de nosotros. Mientras otoño se instalaba definitivamente en Madrid y la gente estrenaba botas de lluvia y paraguas, yo llevaba puestas mis usadas ganas de verte. Cada dos por tres sale seis, y cada veintiocho que llegaba tarde, nerviosa miraba el reloj esperando verte aparecer. Me bajé de allí como quien se baja de la noria después de siete vueltas, mareada y con ganas de meterme en la cama, pero sabía que aquello no cambiaría nada. No ibas a dar la vuelta, ni a mirarme, ni a ponerte más cerca; te ibas para siempre y la ciudad comenzó a llorar, mientras los demás, ajenos a todo, pisaban charcos estrenando botas de lluvia y paraguas.

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