Esta es la historia de la primera y última vez que me enamoré. A veces pienso que todo lo que te quise de algo habrá valido. Y no me jode por los sueños, me jode por los inviernos que parecían primaveras. Ningún amor de verano podrá darte el calor que yo te daba en invierno. Y aunque te eche de menos a morir, hay amores eternos que duran lo que dura un invierno. Sigo hablando de sus ojos cuando me preguntan por mi color favorito. Desde el día que se fue la vida sigue como las cosas que no tienen mucho sentido.

lunes, 20 de agosto de 2012

Es tarde, demasiado tarde.

Estaba sentado en aquella mesa a lo lejos en aquel bar oscuro. Yo no era capaz de apartar mis ojos de él. Impotente, me bebía mi vida a trago y veía como hablaba con una chica, con otra, con otra... Los celos, los celos me podían. Él era consciente de que atraía todas mis miradas, es consciente de lo que siento y por eso juega. Me bebí hasta la razón para no verle. Para ser inmune al daño de verle en otros labios. Cuatro meses y aún duele. Y de repente algo te invade, piensas que en otros labios le olvidarás. Y otros labios y tequila no sirvieron de nada. Te vas a otros labios y luego te das cuenta de tu error. Nunca quisiste hacerle daño, pero estuviste delante suyo con su amigo. Y mientras le besas lo ves, y solo piensas que cambiarías a su amigo por él, a su amigo y a todos. Él lo sabe perfectamente. Luego llega el tren, y recuerdas de que no es el chico de al lado con el que solías volver. Ni al que besabas. Más tarde llegas a casa y el mundo se derrumba. Piensas en lo que hiciste, y él que mas te importa se despide de ti definitivamente. Sabes que no volverá a hablarte, hagas lo que hagas. Te propones cambiar, demostrarle que no eres lo que parece. Pero es tarde, demasiado.

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