El silencio de cada día al verme salir es un aviso inminente de beso. Mirarte como si esperase instrucciones. Dejarme caer en tu sudadera en la parte giratoria del autobús. Los guiños que nos hacemos en los bares, las presentaciones como si fuera la primera vez en mi vida que te encuentro y te pregunto si eres tú. Bailar contigo en espacios pequeños, las manos clavadas en mis caderas al ritmo de la música, querer desnudarte ahí mismo. No saber nunca lo que nos espera al minuto siguiente, un beso en la punta de los dedos o un te amo en los oídos. Lo de anoche fue demasiado. Lo de todas las noches. Los brazos a ambos lados del cuerpo sosteniéndome de cara a la pared, las piernas separadas. (Me agarró del pelo y estaba haciendo mucho más que eso, y yo lo sentía, me daba cuenta de todo, y me gustaba aquello, cuando me cogió en brazos me encontré bien, estaba allí, con él, algo me hormigueaba por dentro.) Tenerte sin plazos, sin horarios, sin contratos, sin garantías. Pero sentir que las tengo todas.
-Tengo sensaciones únicas contigo, me haces sentir vivo.
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